Los países se crean al amparo del Estado de Derecho, el cual no es otra cosa que el respeto a las normas que rigen todo tipo de relaciones sociales, incluyendo, desde luego, aspectos políticos y económicos.
El respeto a la ley suele ser un indicador muy claro del bienestar en una sociedad, ya que en la medida que existe un apego a ella, la convivencia y los derechos son salvaguardados debidamente. Los especialistas en la norma y el Derecho en general son los abogados, quienes coloquialmente aparecen como el mal necesario, sin embargo, no tiene por qué ser así.
Para nuestra seguridad personal y de nuestros negocios, el papel de un abogado calificado y serio es fundamental. Ello, desde luego, muy alejado de aquel deseo que dicta “ojalá nunca necesite alguno”, ya que ello implicaría estar sumergido en problemas para nuestra persona o la empresa que dirigimos.
Contar con servicios jurídicos profesionales implica asesoría, lo cual se traduce en prevención de conflictos y actuación proactiva. Los abogados no sólo se requieren cuando tenemos una demanda o una denuncia encima; también son fundamentales para mantener orden, profesionalismo y cultura legalidad respecto nuestras negociaciones.
Los servicios de asesoramiento jurídico son un requerimiento desde el primer paso que decidimos iniciar un negocio por cuenta propia como personas físicas, o bien, cuando ya tenemos clara la necesidad de crear una persona moral atendiendo a los alcances de nuestro plan de negocios.
El abogado como consultor no sólo sugiere condiciones para la consecución de permisos o trámites legales, sino que incide de forma permanente en las decisiones de la organización, atendiendo a obligaciones que se tienen que cumplir desde el ámbito sanitario, fiscal, laboral, mercantil y algunas otras materias intervinientes en el trámite empresarial o corporativo.
Ese “bien necesario” es el que asesora desde el inicio para determinar cuál es la mejor opción de constitución: una persona física con actividad empresarial, una sociedad mercantil o la simple adición a un proyecto ya iniciado. Los alcances fiscales y comerciales tienen una estrecha relación con que tan pertinente es una empresa o empresario.
Pero paremos el rollo formal del abogado que les escribe y mejor “vámonos derecho”. Seguramente, cuando están pensando en emprender están pensando en cómo se va llamar, cómo conseguir clientes, dónde ubicar la oficina, a quiénes incluir en el proyecto, cuánto van a vender y cómo, entre muchas otras cosas que se enfocan en hacer funcionar el negocio financieramente. Pero escondidas en esas relevantes interrogantes, hay otras más que tienen que ver con la parte jurídica que se deben atender en ese momento y de forma permanente para evitar la sorpresa de ver derrumbados nuestros anhelos emprendedores por una mala o nula planeación jurídica. Aquí algunas de ellas:
- ¿Será una persona física o moral?
- Si es persona moral, ¿qué tipo de sociedad mercantil es la elegida? ¿cuál será el objeto? ¿consideraste que estar constituido ante notario da mayor certeza a los contratantes y, eventualmente, permitiría participar en licitaciones públicas?
- ¿Qué régimen fiscal para el entero de impuestos conviene más, en función del negocio que se tiene pensado?
- ¿Ya registraste la marca para evitar que después quieran quitarte tu negociación?
- ¿Ya cumpliste con todos los trámites ante autoridades locales y federales para poder operar?
- ¿Tienes contratos bien elaborados que te protejan a ti, a tu negocio y a tus clientes?
Y así como esas hay muchas cosas más que nos llevan, invariablemente a pensar en la necesidad de contar con un abogado de planta, a un lado nuestro, que cuide nuestros pasos y nos aconseje. Contratar un abogado para una contingencia como una demanda es mucho más costoso que tener un despacho jurídico o abogado contratado permanentemente para que nos asesore antes de cualquier acto.
Protegerse jurídicamente es proteger nuestro sueño de emprender. La contratación de un abogado no es nada oneroso si en lo que invertimos es en nuestra paz comercial y personal.
Por cierto, ¿ya les dije que yo soy abogado?