Es inevitable vincular a la niñez con las golosinas. En esta etapa de asombro, de experimentación y desarrollo los dulces son la recompensa perfecta por un buen comportamiento, una estrellita en la frente obtenida en la escuela o incluso una manera en cómo los padres consienten a los pequeños reyes del hogar.
Es por ello que, en el marco de la celebración del Día del Niño, la división de Insights de Kantar trae de vuelta a los dulces que nos dieron un extra de felicidad; aquellas golosinas que se convirtieron en un aliciente y motivador para acabarnos toda la comida, para hacer la tarea o los quehaceres, según nuestra edad.
Si naciste en la década de los 80, sabrás que el Pulparindo es una delicia. Tal vez algunos estadounidenses no valoren este peculiar dulce, a falta de conocimiento de los ingredientes propios de esta golosina hecha a base de tamarindo, pero con seguridad los mexicanos ochenteros que participaron en el estudio de Kantar, Insights division, asocian al Pulparindo con un estado de felicidad.
Con ellos coinciden los noventeros, de hecho, los dulces enchilados ocupan un lugar especial en el corazón de los mexicanos, también de los nacidos en el 2000, y ya siendo adultos recuerdan dulces como las Ollitas, el Miguelito, las paletas en forma de mango, sandía y elote cubiertas de chile, y las Picafrescas.
Pero las golosinas no solo están vinculadas con el estado de ánimo, cuando se trataba de imaginar, de competir sanamente con los amigos y de crear, quien se llevaba la preferencia era Bubbaloo, el clásico chicle con relleno líquido que se usaba para conseguir la bomba más grande.
Otras golosinas inolvidables son los Seltz Soda, esos caramelos de relleno efervescente, cuyo empaque era naranja con verde. Los sugus, acorde con el estudio, los ochenteros los compartían con sus amigos y eran fáciles de encontrar. También los paletones, la caja de Sónrics, la Rockaleta, los Tico Tico, Lucas Bote y hasta los Totis.
En aquellos años no necesitabas saber de futbol ni ser un auténtico pambolero para pedir en la tienda los súper balones rellenos de rompope. Bastaba con elegir el color del empaque, ya sea rojo, azul, amarillo, verde, naranja lo importante era deleitarse con el sabor del chocolate. No había equipos, pero sí el motivador para imaginar y jugar entre amigos.
Además de las golosinas, los tazos en las botanas, los pepsilindros, los trompos, los vasos de los Tiny Toons, los yoyos de Coca Cola, los juegos de Nintendo, el Game Boy y los Caballeros del Zodiaco marcaron sobremanera a tres generaciones completas. Así que este Día del Niño es tiempo perfecto para recordar…